miércoles, 11 de agosto de 2021

EL MANANTIAL DE LA VIDA. EVANGELIO, 11 DE AGOSTO

 Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.

1.- Introducción.

Señor, te doy gracias por tu gran generosidad frente a nuestra flaqueza. Tú sabías lo difícil que es para nosotros la “convivencia”. Por eso nos dejaste tu presencia a la hora de rezar juntos. “Yo estoy en medio”. Si Tú estás en medio de nosotros, nuestra oración será auténtica. No nos limitaremos a estar juntos físicamente, sino que trataremos de vivir unidos y expresar nuestra unión a través de la oración.


 2.- Lectura reposada de la Palabra del Evangelio: Mateo, 18, 15-20

Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo. Os aseguro, además, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.

3.- Qué dice el texto.

Reflexión-Meditación

Hoy nos invitas a rezar en común. Si Tú estás ahí en medio de nosotros, no te podemos engañar. Rezar en común no es simplemente estar físicamente juntos en un mismo lugar y tener el corazón lejos de los hermanos. Los primeros cristianos rezaban juntos y tenían “un solo corazón y una sola alma, ponían los bienes en común, estaban alegres, no había entre ellos ninguna necesidad”. Una oración en común nos compromete a estar no sólo juntos sino unidos por dentro. Y ésta es la oración que agrada al Padre. Lo decía muy bien San Ignacio, camino del martirio. “Vosotros estáis unidos al Obispo como las cuerdas a  la lira. Este es el himno que agrada al Padre”. La Iglesia del Vaticano II ha restaurado el gesto hermoso de la paz. Se da antes de la Comunión y nos recuerda que, antes de entrar en comunión con Dios, debemos entrar en comunión con los hermanos. De lo contrario haremos una “masticación” pero no una comunión. Esto es tan importante que el mismo Señor nos dice: “Si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda”. (Mt 5, 23-24) El texto hila fino. No dice: si tú tienes algo contra tu hermano, sino si tu hermano tiene algo contra ti. No podemos pasar a comulgar si no hemos intentado antes reconciliarnos con el hermano.

Palabra del Papa. Oración con los cinco dedos.

1. El dedo pulgar es el que está más cerca de ti. Así que comienza orando por aquéllos que están más unidos a ti. Son los más fáciles de recordar. Orar por los que amamos es «una dulce tarea.»

2. El próximo dedo es el índice: Ora por los que enseñan, instruyen y curan. Ellos necesitan apoyo y sabiduría al conducir a otros por la dirección correcta. Mantenlos en tus oraciones.

3. El siguiente dedo es el más alto. Nos recuerda a nuestros líderes, a los gobernantes, a quienes tienen autoridad. Ellos necesitan la dirección divina.

4. El próximo dedo es el del anillo. Sorprendentemente, éste es nuestro dedo más débil. Él nos recuerda orar por los débiles, enfermos o atormentados por problemas. Ellos necesitan tus oraciones.

5. Y finalmente tenemos nuestro dedo pequeño, el más pequeño de todos. El meñique debería recordarte orar por ti mismo. Cuando hayas terminado de orar por los primeros cuatro grupos, tus propias necesidades aparecerán en una perspectiva correcta y estarás preparado para orar por ti mismo de una manera más efectiva.

4.- Qué me dice hoy a mí esta palabra ya meditada. (Guardo silencio)

5.- Propósito: Si hoy tengo que llamar la atención a un hermano, lo haré con mucha humildad y mucho amor.

6.- Dios  me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.

Señor, te doy gracias porque hoy he aprendido a rezar comunitariamente. Yo me creía que, por el hecho de  ir al Templo a Misa, ya tenía suficiente. Ahora sé que el ir a Misa me compromete a saludar al hermano, a perdonarle. Haz, Señor, que los que nos juntamos en un mismo templo vivamos unidos. Tú nos sales al encuentro de todos y nos dices: Vosotros habéis venido aquí para tener un solo corazón y una sola alma dentro de casa.

Memoria de santa Clara, virgen, que, como primer ejemplo de las Damas Pobres de la Orden de los Hermanos Menores, siguió a san Francisco, llevando una áspera vida en Asís, en la Umbría, pero, en cambio, rica en obras de caridad y de piedad. Enamorada de verdad por la pobreza, no consintió ser apartada de la misma ni siquiera en la extrema indigencia y enfermedad († 1253).

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