Estamos hechos de naturaleza humana. Por lo tanto, estamos sometidos a todas las imperfecciones. Resulta muy fácil caer en el pecado, abandonar el camino que nos lleva a Dios por los placeres y miserias del mundo. Pero si acudimos a María, nuestra Madre del cielo, si imploramos su ayuda, aunque estemos encenagados, encontraremos en ella ayuda. Porque una madre nunca abandona a sus hijos, aunque éstos no se porten como deben. No tengamos nunca miedo de acudir a María.
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