https://paginas.moisespaulino.com/proxy/moises2020/stream 9 de diciembre del 2025 (Viernes)
Homilía: IV Domingo de Adviento. Ciclo A
Color: MORADO
- Primera Lectura. Jue 13,2-7.24-25a: “…el niño estará consagrado a Dios desde antes de nacer hasta el día de su muerte”.
- Salmo responsorial: 70,3-4a.5-6ab.16-17: “Que mi boca esté llena de tu alabanza y cante tu gloria”.
- Evangelio. Lc 1,5-25: “Así me ha tratado el Señor cuando se ha dignado quitar mi afrenta ante los hombres”.
“Ser santos como Él es santo”
Las lecturas del día de hoy tienen un singular parecido: ambas hablan del anuncio de un nacimiento en el que Dios interviene haciendo un milagro, ya que las madres eran estériles. Estas lecturas deben renovar en nosotros el compromiso cristiano de la defensa de la vida desde su concepción natural hasta la muerte natural, ya que toda vida viene de Dios.
Se trata de dos historias muy conocidas por nosotros: la de Sansón y la de Juan el Bautista. La historia de ambos comienza con la irrupción de Dios, para quien ellos quedarán consagrados desde su nacimiento: uno para liberar a su pueblo de la esclavitud, sirviendo como juez; y el otro para hablar de la conversión y del pecado, sirviendo como profeta y precursor del Mesías.
Consagrarse a Dios exigirá de ellos una vida de pureza, una vida sin tacha, libre de todo vicio y de los placeres desordenados. Ciertamente, servir al Señor requiere vivir con dignidad la vida cristiana. Dios también a nosotros nos ha llamado y nos ha destinado, en Cristo, a ser sus hijos, a ser sus servidores; Dios nos invita constantemente a ser santos como Él es santo. La santidad, hermanos, consiste en vivir el Evangelio y su justicia.
A veces pensamos que solamente los sacerdotes y las monjas pueden ser consagrados. Cada cristiano debe «consagrarse» a Dios, desde la vocación a la que Él te ha llamado. Todos estamos invitados a ofrecernos a Dios Padre con toda alma, con toda la mente y con todo el corazón, haciendo de nuestra vida una ofrenda agradable a Dios. Esto era lo que se les pedía a Sansón y a Juan el Bautista. Estos es también lo que Dios pide de nosotros: santidad de vida, un corazón indiviso, consagrado a Él.
Que Dios nos ayude a pertenecer para siempre a Él.

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