sábado, 28 de noviembre de 2015

CORREGIR AL QUE ESTÁ EN ERROR

 
Tercera obra: Corregir al que yerraEsta es una obra de misericordia inspirada en un texto clásico del evangelio de Mateo, cuando trata de los conflictos en el seno de la comunidad: “Si tu hermano peca contra ti, repréndelo estando los dos a solas. Si te hace caso, has salvado a un hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un pagano o un publicano” (Mt 18,15-17; cfr. Tit 3,10).La cuestión de la corrección fraternal está presente en el Antiguo y Nuevo Testamento y en su uso se percibe un notable realismo. En este sentido, conviene notar que la corrección debe realizarse no como un juicio, sino como un servicio de verdad y de amor al hermano, ya que hemos de dirigirnos al pecador no como enemigos, sino como hermanos (cfr. 2Tes 3,15; cfr. Sant 5,19s; Sal 51,15).La corrección fraterna debe ejercitarse con firmeza (cfr. Tit 1,13), pero sin asperezas (cfr. Sal 6,2), sin exacerbar o humillar al que es amonestado (cfr. Ef 6,4).Es verdad que “ninguna corrección resulta agradable, sino que duele; pero luego produce fruto apacible de justicia a los ejercitados en ella” (Heb 12,11).

La necesidad de tener espíritu conciliadorLa práctica de las tres obras de misericordia espirituales –a) consolar al triste, b) perdonar las ofensas y c) soportar con paciencia a las personas molestas– favorecen el espíritu conciliador. Estas tres obras forman parte de la actitud de las personas conciliadoras, atributo fundamental de todo discípulo de Cristo. Un espíritu es conciliador si reconoce la propia necesidad de reconciliarse con Dios. En efecto, no se puede consolar, perdonar y soportar pacientemente las injusticias, si uno no se reconoce deudor de Cristo, el cual nos ofrece continuamente el modo de reconciliarnos con Dios.

3. CORREGIR AL QUE ESTA EN ERROR
 
 
No se trata de estar corrigiendo cualquier tipo de error. Esta obra se refiere sobre todo al pecado. Otra manera de formular esta Obra de Misericordia es así: Corregir al pecador.
Es de suma importancia seguir los pasos de la corrección fraterna que Jesús nos dejó muy bien descritos: "Si tu hermano ha pecado, vete a hablar con él a solas para reprochárselo. Si te escucha, has ganado a tu hermano. Si no te escucha, toma contigo una o dos personas más, de modo que el caso se decida por la palabra de dos o tres testigos. Si se niega a escucharlos, informa a la asamblea (o a los superiores)". (Mt. 19, 15-17)
 
 
 
Debemos corregir a nuestro prójimo con mansedumbre y suma consideración. Una corrección ruda puede tener el efecto contrario.
 
 
No podemos convertirnos en gendarmes de la gente; es decir en estar pendientes de todo lo que haga la gente. Sin embargo, corregir al errado en fe y moral es un consejo del Señor. Así termina el Apóstol Santiago su Carta: "Sepan esto: el que endereza a un pecador de su mal camino, salvará su alma de la muerte y consigue el perdón de muchos pecados". (St. 5, 20).
 
 
 
 
Preguntaros en familia: ¿Cómo podemos vivir esta obra de misericordia día a día?

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