sábado, 28 de noviembre de 2015

LAS OBRAS DE MISERICORDIA ESPIRITUALES


II. Las obras de misericordia espiritualesAdemás de las concurrentes necesidades corporales, la persona humana también sufre deficiencias en su dimensión espiritual: con frecuencia implora el auxilio de Dios (7ª: oración). Así mismo, en el marco de las dimensiones cognitiva y volitiva del individuo, suele aparecer la necesidad de asistencia al prójimo, bajo el aspecto de instrucción o consejo: (2ª: remedios a las deficiencias con la enseñanza, o 1ª: con el consejo), o bien, el requerimiento del consuelo (4ª: en el sufrimiento y la tristeza) y la orientación en los desarreglos de la acción (3ª: corrigiéndolo, 5ª: perdonándolo o 6ª: soportándolo). Por esta razón, las obras de misericordia espirituales cobran similar valor (o incluso mayor) que los auxilios materiales.Ahora bien, estas siete obras de misericordia espirituales vienen propuestas como regla general para cada cristiano. Su desarrollo se inició en la etapa patrística, particularmente con Orígenes (años 185-254), a partir de su interpretación alegórica del texto de Mateo 25. La reflexión fue profundizada después con san Agustín y se consagró de forma particular en el siglo XIII dentro del mundo académico, especialmente con santo Tomás de Aquino.Las siete obras de misericordia espirituales pueden agruparse en tres bloques: tres obras iniciales de vigilancia en las que se encuentra: 1ª: dar consejo al que lo necesita; 2ª: enseñar al que no sabe; 3ª: corregir al que yerra. A su vez, hay otras tres obras centrales en torno a la reconciliación, formadas por: 4ª: consolar al triste; 5ª: perdonar las ofensas; y 6ª: soportar con paciencia a las personas molestas. Finalmente, aparece una obra de síntesis: 7ª: la oración, centrada en rogar a Dios por los vivos y los muertos. He aquí, a partir de esta estructuración, una nota sucinta sobre cada una de ellas.La necesidad de mantenerse vigilantesLa práctica de las tres obras de misericordia espirituales –a) dar consejo al que lo necesita, b) enseñar al que no sabe y c) corregir al que yerra– enseñan a mirar fuera de nosotros mismos. Invitan a una nueva vigilancia hecha de compasión y amor hacia quien lo necesita, al que no sabe o yerra.

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