viernes, 27 de noviembre de 2015

DAR DE COMER AL HAMBRIENTO


Primera obra: Dar de comer al hambriento (Mt 25,35)El hambre es característica de la experiencia del desierto del pueblo de Dios: “Recuerda todo el camino que el Señor, tu Dios, te ha hecho recorrer estos cuarenta años por el desierto... Él te afligió, haciéndote pasar hambre, y después te alimentó con el maná” (Dt 8,23). Esta dramática experiencia hace entender la significativa expresión profética: “Vienen días en que enviaré hambre al país: no hambre de pan, ni sed de agua, sino de escuchar la Palabra de Dios” (Am 8,11).Entre los alimentos del desierto el pan tenía diversos significados simbólicos. Así, primeramente, el maná fue calificado como “trigo de los cielos”, “pan de los fuertes” (Sal 78,24s) y “manjar de ángeles” (Sab 16,20) y, a su vez, fue visto como símbolo de la “Palabra de Dios” (Dt 8,3; Is 55,2.6.11), de “las enseñanzas de la Sabiduría” (Prov 9,5) y de la misma “Sabiduría” (Sir 15,3; cfr. 24,18-20).En el Nuevo Testamento, el hambre era la característica de los pobres, de los individuos a los que se les proclama “bienaventurados” debido a su “hambre” física y de justicia (Mt 5,6).En definitiva, siendo el hambre el símbolo de la necesidad de alimento y justicia, la acción de “dar de comer al hambriento” se vuelve una responsabilidad eclesial, derivada de la misma acción del Padre misericordioso y de Jesús de Nazaret.Hoy día en muchos lugares persiste, y amenaza con acentuarse, la extrema inseguridad de vida a causa de la falta de alimentación: el hambre causa todavía muchas víctimas entre tantos Lázaros a los que no se les consiente sentarse a la mesa del rico epulón (cfr. Lc 16,19-31)... En esta perspectiva, dar de comer a los hambrientos (cfr. Mt 25,35.37.42) se convierte en un imperativo ético para la Iglesia universal, que responde a las enseñanzas de su Fundador, el Señor Jesús, sobre la solidaridad y el compartir.

DAR DE COMER AL HAMBRIENTO
 
 
Se refiere a la ayuda que podemos dar en alimento o en dinero a los necesitados.

De hecho, en nuestra sociedad hay mucha más gente de la que pensamos que pasa hambre. Más de la quinta parte de los seres humanos sufre problemas graves de desnutrición. Quizá no podamos remediar de golpe el hambre de millones de hermanos nuestros –aunque nos esforcemos por erradicar esta lacra-, pero sí que podemos colaborar con la parroquia, el comedor de Cáritas, el centro de acogida que conocemos y otras iniciativas similares. Es cuestión
de ver a Cristo en ellas y compartir el pan de cada día que Dios nos da.
 
 

Preguntaros en familia: ¿Cómo podemos vivir esta obra de misericordia en lo de cada día?....      
 

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