lunes, 5 de noviembre de 2018

“Cuando des un banquete, llama a los pobres”

Resultado de imagen de Lucas 14, 12-14
1.-Oración introductoria.
Señor, te aseguro que este evangelio me encanta. Rezuma no un amor cualquiera sino un amor elegante, fino, de excelencia. Nos invita a poder disfrutar de un amor muy profundo, desconocido para nosotros los humanos: la de amar a fondo perdido, amar a cambio de nada, amar con un amor de “ágape” es decir, totalmente desinteresado. Dame hoy a mí poder descubrir y saborear este amor.



2.- Lectura reposada del evangelio Lucas 14, 12-14
En aquel tiempo, decía Jesús a uno de los principales fariseos que le había invitado: Cuando des una comida o una cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a tus vecinos ricos; no sea que ellos te inviten a su vez, y tengas ya tu recompensa. Cuando des un banquete, llama a los pobres, a los lisiados, a los cojos, a los ciegos; y serás dichoso, porque no te pueden corresponder, pues se te recompensará en la resurrección de los justos.

3.- Qué dice el texto.
Meditación-reflexión
En el evangelio podemos descubrir tres tipos de amores: el de obras; el de corazón y el de excelencia.

  1. A) El de obras está manifestado en la parábola de los dos hijos: “sólo el que va a la viña hace la voluntad del Padre” (Mt. 21,31”.

  2. B) El del corazón, está avalado por este texto: “Este pueblo me honra con los labios pero su corazón está lejos de mí” (Mt. 15,8). No se puede agradar a Dios con ninguna obra teniendo el corazón lejos”.

  3. C) El de excelencia. El que está liberado de todo egoísmo, no exige ninguna paga ni ninguna recompensa; obra por pura gratuidad. A este amor alude el evangelio de hoy: Hay que invitar al que no te puede pagar, al que no te puede recompensar, al que no puede devolverte la invitación.   Este amor es tan alto, tan fino, tan sublime, tan exquisito, que no necesita paga. Le basta con existir para estar pagado. A Jesús le encantaba amar a su Padre, sólo por complacerle. “Hago siempre lo que al Padre le gusta” (Jn. 8,29). Y de esta costumbre de obrar siempre así con su Padre-Dios, le viene a Jesús la manera tan delicada y fina de amar a los hermanos. Dios disfruta amándonos. No espera de nosotros otra cosa sino la de “dejarnos querer” por Él.

Palabra del Papa
A quien quiere seguirlo, Jesús le pide amar a los que no lo merecen, sin esperar recompensa, para colmar los vacíos de amor que hay en los corazones, en las relaciones humanas, en las familias, en las comunidades, en el mundo. Hermanos cardenales, Jesús no ha venido para enseñarnos los buenos modales, las formas de cortesía. Para esto no era necesario que bajara del cielo y muriera en la cruz. Cristo vino para salvarnos, para mostrarnos el camino, el único camino para salir de las arenas movedizas del pecado, y este camino de santidad, es la misericordia. La que Él nos ha dado y cada día tiene con nosotros. Ser santos no es un lujo, es necesario para la salvación del mundo. Y esto es lo que el Señor nos pide a nosotros. Queridos hermanos cardenales, el Señor Jesús y la Madre Iglesia nos piden testimoniar con mayor celo y ardor estas actitudes de santidad. (S.S. Francisco, 23 de febrero de 2014).

4.- Qué me dice hoy a mí este texto. (Silencio)



5.-Propósito Hoy voy a ofrecer algo a una persona sin esperar que me lo regrese.



6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.
Señor, ¡qué distinto eres de nosotros! Te agradezco que podamos asomarnos un poco al fondo sin fondo de tu exquisito amor. En este evangelio nos invitas a elevar el vuelo, a no mirar el amor a ras de tierra, con criterios humanos egoístas, pensando en tener alguna recompensa siempre que hacemos algo. Tú nos dices que “hay mayor alegría en dar que en recibir” y que existe un gozo profundo en el amor gratuito y desinteresado. ¡Gracias, Señor, por esta bella enseñanza!

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