1.-Oración introductoria.
Señor, hoy vengo a pedirte algo muy pequeño: “un poquito de fe”, una fe pequeñita, “como un granito de mostaza”. Pero una fe auténtica, firme, capaz de mover montañas. Te pido una fe humilde, sencilla, viva, transparente y contagiosa, como la de tu madre María. Haz que sepa fiarme de Ti como ella se fió.
2.- Lectura reposada del evangelio. Lc.17, 1-6
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: Es imposible que no vengan escándalos; pero, ¡ay de aquel por quien vienen! Más le vale que le pongan al cuello una piedra de molino y sea arrojado al mar, que escandalizar a uno de estos pequeños. Cuidaos de vosotros mismos. Si tu hermano peca, repréndele; y si se arrepiente, perdónale. Y si peca contra ti siete veces al día, y siete veces se vuelve a ti, diciendo: “Me arrepiento”, le perdonarás. Dijeron los apóstoles al Señor: Auméntanos la fe. El Señor dijo: Si tuvierais fe como un grano de mostaza, habríais dicho a este sicómoro: “Arráncate y plántate en el mar”, y os habría obedecido.
3.- Qué dice la Palabra de Dios
Meditación-reflexión
Jesús nos pide una fe “como un granito de mostaza”, una semilla tan pequeña como la punta de un alfiler; pero capaz de convertirse en un gran arbusto. Jesús nos pide una fe auténtica, aunque sea pequeña. Una fe capaz de perdonar siete veces y todas las que haga falta. Una fe capaz de mover montañas. Por consiguiente no se trata de una fe de ideas religiosas, de grandes discursos, sino de una fe que sea “fruto de un encuentro vivo con Jesús”. Cuando una persona se ha encontrado vitalmente con Jesús, ya nada sigue igual, todo cambia. Esto se manifiesta de mil maneras. San Pedro, sin Cristo, se siente perdido ¿Adónde iremos? (Jn 6, 68). San Pablo, después de conocer a Cristo, todo lo considera “basura” (Fil. 3,8). La pecadora convierte su “corazón con olor a podrido” en “un perfume de amor exquisito” (Lc. 7,46). Una fe auténtica hace milagros.
Palabra del Papa
Me parece que todos nosotros podemos hacer nuestra esta invocación. También nosotros, como los apóstoles, decimos al Señor Jesús: “¡Auméntanos la fe!”. Sí, Señor, nuestra fe es pequeña, nuestra fe es débil, frágil, pero te la ofrecemos tal como es, para que Tú la hagas crecer. ¿Les parece que repitamos todos juntos esto: Señor, auméntanos la fe? ¿Lo hacemos? Todos: Señor auméntanos la fe. ¡Señor, auméntanos la fe. Señor auméntanos la fe! ¡Que nos la haga crecer, ¡eh! Y el Señor, ¿qué cosa nos responde? Responde: “Si tuvieran fe como un grano de mostaza, habrían dicho a este sicómoro: ‘Arráncate y plántate en el mar’, y les habría obedecido”. La semilla de la mostaza es pequeñísima, pero Jesús dice que basta tener una fe así, pequeña, pero verdadera, sincera, para hacer cosas humanamente imposibles, impensables. ¡Y es verdad! (S.S. Francisco, 6 de octubre de 2013).
Me parece que todos nosotros podemos hacer nuestra esta invocación. También nosotros, como los apóstoles, decimos al Señor Jesús: “¡Auméntanos la fe!”. Sí, Señor, nuestra fe es pequeña, nuestra fe es débil, frágil, pero te la ofrecemos tal como es, para que Tú la hagas crecer. ¿Les parece que repitamos todos juntos esto: Señor, auméntanos la fe? ¿Lo hacemos? Todos: Señor auméntanos la fe. ¡Señor, auméntanos la fe. Señor auméntanos la fe! ¡Que nos la haga crecer, ¡eh! Y el Señor, ¿qué cosa nos responde? Responde: “Si tuvieran fe como un grano de mostaza, habrían dicho a este sicómoro: ‘Arráncate y plántate en el mar’, y les habría obedecido”. La semilla de la mostaza es pequeñísima, pero Jesús dice que basta tener una fe así, pequeña, pero verdadera, sincera, para hacer cosas humanamente imposibles, impensables. ¡Y es verdad! (S.S. Francisco, 6 de octubre de 2013).
4.- Qué me dice hoy a mí esta palabra ya meditada. (Silencio)
5.-Propósito: En este día me acercaré a la persona de quien me siento más alejado y le pediré perdón.
6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.
Al terminar esta oración, me dirijo a Ti, Dios mío, para que mi fe, aunque sea pequeña, la tenga siempre viva dentro de mí. En medio de un mundo tan revuelto, tan violento, tan separado de Ti, sólo te pido lo que un día te pidió Santa Teresa: “llena eso poquito que hay en mí”.
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