Cada 7 de diciembre la Iglesia celebra a San Ambrosio de Milán, uno de los cuatro grandes Doctores de la Iglesia Latina y una de las figuras más decisivas del cristianismo en los primeros siglos. Político, intelectual, teólogo, pastor… pero, sobre todo, un hombre que supo escuchar la voz de Dios incluso cuando su vida tomó caminos inesperados.
Ambrosio era un funcionario romano respetado, conocido por su justicia y su sabiduría. Pero su destino cambió para siempre cuando, en medio de una elección episcopal conflictiva, una voz inesperada surgió entre el pueblo: “¡Ambrosio obispo!”
Aunque él no era ni sacerdote, ni teólogo, ni siquiera estaba bautizado, el pueblo reconoció en él a un pastor verdadero. Ambrosio aceptó con humildad y en pocos días fue bautizado, ordenado y consagrado obispo.
Desde ese momento se convirtió en un defensor valiente de la fe católica, enfrentándose incluso a emperadores por amor a la verdad. Fue un hombre de profunda oración, excelente predicador, protector de los pobres y guía espiritual. Su palabra tenía tanta fuerza que llegó a tocar el corazón de uno de los jóvenes más brillantes de la época: Agustín de Hipona, quien gracias a él encontró el camino a Cristo.
intercede por nosotros ante el Señor. Amén.
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