viernes, 12 de diciembre de 2025

Tiempo de ADVIENTO. 12 de diciembre del 2025

 

Nuestra Señora de Guadalupe, Patrona de América

Homilía 1:  III Domingo de Adviento. Ciclo A

Color: BLANCO

  • Primera Lectura. Is 7,10-14: “Miren: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pone por nombre Emmanuel, que significa: “Dios con nosotros”.
  • Salmo responsorial: 66,2-3.5.7-8: “Que todos los Pueblos te den gracias, Señor”.
  • Evangelio. Lc 1,39-48: “Desde ahora me felicitarán todas las generaciones”.

La Iglesia nos invita a celebrar hoy la Fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe, patrona de América. Cuenta la historia que fue en el mes de diciembre de 1531 cuando en la colina del Tepeyac (México), la Virgen se le apareció al humilde indio Juan Diego. En 1910, el papa Pío X, proclamó a la Virgen de Guadalupe patrona de toda América Latina. De verdad que el Señor ha hechos cosas grandes en María y cosas más grandes aún a través de ella.

Nuestro pueblo dominicano ama y venera a María con gran devoción. ¡Cuántas gracias se han recibido por medio de ella! ¡Cuántos testimonios se dan a diario por tantos corazones devotos que se han confiado a su maternal protección! María es madre de Jesús y madre nuestra. Su fiesta es la fiesta de todos los que somos sus hijos. Nos alegramos en este tiempo de Adviento, porque ella esperó, confió y creyó que las promesas del Padre se cumplirían en ella.

Hemos leído en el Evangelio de Lucas un texto en el que María sale al encuentro de Isabel para ponerse a su servicio. Hoy volvemos a recordar esas palabras de la Virgen: «Desde ahora me llamaran dichosa, todas las generaciones porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí» (Lc 1,48). Nosotros nos sumamos a esas generaciones que damos gracias por el “sí” que María le dijo al Padre, pues por medio de ella vino nuestro Salvador.

Un documento reciente del Dicasterio para la Doctrina de la Fe nos recuerda que: “La presencia de las diversas advocaciones, de las imágenes y de los santuarios marianos manifiestan esa maternidad real de María que se hace cercana a la vida de sus hijos. Sirva como ejemplo la manifestación de la Madre al indio san Juan Diego en el monte del Tepeyac. María lo llama con las palabras tiernas de una madre: «Hijito mío, el más pequeño, mi Juanito». Y, ante las dificultades que san Juan Diego le manifiesta para llevar a cabo la misión encomendada, María le revela la fuerza de su maternidad: «¿No estoy yo aquí, yo, que tengo el honor de ser tu madre? […]. ¿No estás en mi regazo, en el cruce de mis brazos?».

“Esa experiencia del afecto maternal de María, que vivió san Juan Diego, es la experiencia personal de los cristianos que reciben el afecto de María y que ponen en sus manos «las necesidades de la vida de cada día y abren confiados su corazón para solicitar su intercesión maternal y obtener su tranquilizadora protección». Más allá de las manifestaciones extraordinarias de su cercanía, existen expresiones cotidianas constantes de su maternidad en la vida de todos sus hijos. Aun cuando no pedimos su intercesión, ella se muestra cercana como Madre, para ayudarnos a reconocer el amor del Padre, a contemplar la entrega salvadora de Cristo y a acoger la acción santificadora del Espíritu (cf. MPF, 43-44).

Hoy, todos juntos, elevemos nuestras oraciones a María, esa Madre que fue fiel discípula misionera, mujer de servicio y entrega, para que ella interceda por nosotros y por todos los pueblos del continente americano. Amén.

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